"Tendría muchas cosas que ver, si no se hubiesen destruido tantas a lo largo de un tiempo que fue derribando, reformando o escalando sin cuidado, las huellas del arte de otra edad". Tan acertada opinión sobre Ciudad Real, es nada menos que de Gaspar Gómez de la Serna. Porque como hemos dicho, de tan importante recinto amurallado como tuvo la ciudad, tan sólo sobreviven hoy algunas piedras que recuerdan el lugar en donde estuvo ubicado un día el Alcázar Real, y desde luego, la Puerta de Toledo, construida en 1.328 en espléndido gótico-mudéjar con arcos ojivales y túmidos.
La Puerta de Toledo es como el símbolo de la ciudad, su mascota. Resto de aquellas connivencias -y felices convivencias- entre musulmanes, judíos y cristianos. Una reliquia, una superviviente bien tratada, que aparece impertérrita en el inicio de la vía toledana, por la que en su momento debieron llegar a la ciudad las mayores glorias, sin que fuera capaz de sustraerse a alguna de sus derrotas. Algunas viejas piedras conforman también el Arco del Torreón del Alcázar, que junto con algún lienzo de sus murallas, testimonian el pasado glorioso de Ciudad Real.
Pero, naturalmente, la ciudad cuenta con otros monumentos -no demasiados, es cierto- de épocas más recientes. Tuvo Ciudad Real Casa de Santa Hermandad, de la Inquisición, y Sinagoga. El Cardenal Lorenzana construyó en 1.788 la Casa de la Misericordia, que luego se transformaría en Regimiento de Artillería -aquel de la sublevación de 1.929- y que desaparecería de la vida de la ciudad hace bien pocos años, en 1.988, tras su traslado a León. El edificio acoge actualmente al Rectorado de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Por voluntad expresa de Baldomero Espartero -aquel Príncipe de Vergara al que llegó a ofrecérsele hasta la corona de España-, se creó un Instituto de Segunda Enseñanza, en lo que había sido el Convento de la Merced, en cuya plaza se alza el monumento a San Juan de Ávila. Allí cursaría estudios en 1.893 nada menos que Gabriel Miró.
El viejo Convento de la Merced era fundado, con mil ducados de dotación de 1.613, por el capitán Andrés Lozano. Y ha sido testigo de numerosos acontecimientos de la ciudad. En su Plazuela de la Merced se celebró el triunfo de Bailén, y el recibimiento a los miembros del Regimiento Provincial de Ciudad Real, que participaron en la batalla del 19 de julio de 1.808. También se aclamaba allí, el 1 de septiembre de 1.838 "con refresco, baile y recepción oficial", a un joven General Narváez, de 38 años -el espadón de Loja-, que había venido a Ciudad Real a reprimir a los carlistas. Luego, a instancias del Ayuntamiento de Ciudad Real, el regente del reino, General Espartero, acordó la creación del Instituto, en el antiguo Convento de Mercedarios descalzos, vacío por las leyes desamortizadoras. Por cierto, Espartero también crearía la Escuela Normal de Maestros.
Tras la disposición de creación del Instituto (7 de marzo de 1.843), sería inaugurado el 1 de noviembre del mismo año. Permanecería el uso de la Iglesia de la Merced (fechada en 1.738), que constituía la capilla del Convento, cuyo conjunto arquitectónico fue convertido en Instituto Santa María de Alarcos y Diputación Provincial. La Iglesia ha sido restaurada entre 1.985 y 1.988 por la Junta de Comunidades, descubriéndose pinturas murales de interés, que valoran nuevamente el conjunto.
Muy cerca de aquel Instituto, la Catedral de Santa María la Mayor, que comenzó a construirse en 1.531, y está dedicada a Nuestra Señora del Prado. Consta de una sola e imponente nave, tres puertas románico-góticas, y retablo renacentista de Giraldo de Merlo. Enfrente, la casa natal de Hernán Pérez del Pulgar, "el de las Hazañas" -aquel de "El Pulgar, quebrar y no doblar", hoy convertida en el Museo López-Villaseñor. En la misma zona, al otro lado del Prado -tras la Casa de la Cultura, proyecto de Miguel Fisac- se encuentra el edificio del Obispado (del arquitecto provincial y diocesano Vicente Hernández Zanón, inaugurado el 12/9/1.887), desde el que monseñor De la Fuente ejerce de Prior de la Órdenes Militares.
A su lado, el edificio del Gran Casino, noble edificio inaugurado el 7 de junio de 1.887, festividad del Corpus, en lo que había sido la casa del corregidor Fermín Díaz. Con dos fachadas, una hacia el Prado y la otra a la calle de Caballeros, el día de su inauguración hubo velas, quinqués de petróleo, limosnas y cartillas para los pobres. Y baile de gran gala, con la asistencia del presidente de la entidad, José Ibáñez. Eran tiempos de bonanza económica para el Casino, hasta que la supresión del juego lo puso en apuros. El 6 de octubre de 1.926 se ofrecería en sus instalaciones un banquete al General Primo de Rivera, Presidente del Gobierno. Luego sería Hospital, Hogar de la Falange, nuevamente Casino, y hoy, adecuadamente rehabilitado, es Conservatorio de Música.
En la calle de Toledo, junto a la Iglesia y Pasaje de la Merced, el Palacio de la Diputación, de inspiración neoclásica, proyectado por el arquitecto provincial Sebastián Rebollar en 1.889 y concluido en 1.892. La pieza más significativa de la arquitectura civil en la provincia, del último tercio del siglo XIX, alberga numerosas obras de pintura y escultura. Y un valioso mural de López-Villaseñor que preside el Salón de Sesiones.
La Iglesia gótica de San Pedro es uno de los templos más bellos de la ciudad. Construido entre los siglos XIV y XV, posee importantes capillas como la de los Coca, e interesante reja isabelina en la de Jesús Nazareno. Aunque el de templo más antiguo, es un honor que corresponde a Santiago, construido entre los siglos XIII-XIV, que contiene capiteles figurados, artesonado mudéjar e interesantes frescos en la bóveda del ábside y los muros, y cuenta con artesonado mudéjar.
Recientemente se ha ubicado en el Campus de la Universidad, el Monumento a la lengua castellana. También en una de las rotondas originadas en los antiguos terrenos de RENFE, en la Ronda de Ciruela, se posesiona del lugar un Quijote azteca, obra del escultor mexicano Federico Silva. Ha sido donado a la ciudad por el español residente en México Eulalio Ferrer (elegido por "Ciudad Real Quijote 2000", Caballero Andante 1.996), y en poco tiempo ha llegado a convertirse en estampa de obligada contemplación en la ciudad.
Todo ello se encuentra a escasísima distancia de la Plaza Mayor, presidida por la estatua en bronce -obra de García Donaire- de Alfonso X el Sabio, fundador de la ciudad, y el singular edificio del Ayuntamiento, obra del arquitecto Higueras, que no ha estado exento de originalidad -ni tampoco de polémica-, dentro del contexto de la heterogeneidad de la Plaza Mayor. Hoy, la Plaza está alcanzando un elevado nivel estético, que va dando carácter a la capital.
Evidentemente, aunque monumentalmente Ciudad Real-capital tenga menos brillo que alguno de sus pueblos más famosos, no es posible dejar de reconocer que esta "tierra de paso" bien justifica y merece una detallada visita. Porque la capital y sus pueblos, todos juntos, conforman la Mancha que Don Quijote amó y Cervantes universalizó tan magistralmente a través de las páginas de El Ingenioso Hidalgo. ¿No es verdad?
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